Diccionario histórico-crítico del marxismo (DHCM)

Extracto del prefacio al primer volumen (1994)

por Wolfgang Fritz Haug

Traducido por José Pacheco

I

No es la primera vez que un diccionario de nueva cuña nace del proyecto de traducir, revisar o completar otro. El diccionario más célebre de la Ilustración, la Enciclopedia de Diderot, surgió de un proyecto de traducción; el Historisches Wörterbuch der Philosophie de Joachim Ritter se deriva de un proyecto de revisión. El Diccionario histórico-crítico del marxismo tiene su origen en la planificación de suplementos a una traducción. Estos suplementos se anuncian en el prefacio a la edición alemana del Dictionnaire critique du marxisme de Georges Labica en 1983. Los suplementos debían completar el tono francés de esta obra con otros acentos, especialmente alemanes. Todas las corrientes ligadas de algún modo a Marx fueron invitadas a colaborar. Cuando el proyecto se vio bloqueado entre el anatema dogmático y la medrosía social-liberal de la Alemania de entonces, todavía constituida por dos estados, éste se internacionalizó y buscó, en lo posible, la cooperación de intelectuales del «Tricontinente», Asia, África y Latino-américa. Pronto se renunció a la forma de suplemento, aunque no fuera más que por la razón formal de que sus dimensiones se habían incrementado de manera tal que sobrepasaban varias veces las de la obra traducida.

Al mismo tiempo se daban razones de contenido para comenzar de nuevo. Había surgido una problemática nueva, en el sentido extenso de una configuración de campos de crisis y de crítica. Los «limites del crecimiento» y otros problemas existenciales, a los cuales se abocaron los nuevos movimientos sociales, así como también la imposición del modo de producción de alta tecnología, condujeron hacia un desplazamiento progresivo de la puesta en cuestión. La Perestroika soviética, y en último término el desmoronamiento de la Unión Soviética y el fin del orden mundial que había tenido su origen en la Revolución de octubre de 1917 y en la victoria de la alianza antifascista este-oeste durante la segunda guerra mundial, estimularon una ‹ruptura epistemológica› y provocaron una oleada de historización que empujó el proyecto del diccionario hacia una concepción completamente nueva.

Aún cuando desde el punto de vista de su erudición el Historisches Wörterbuch der Philosophie de Ritter constituya un modelo casi inalcanzable, no deja de ser memorable la experiencia de relacionar el grueso de conocimientos de ambas obras: no sólo no existen apenas coincidencias, sino que es como si el Diccionario histórico-crítico del marxismo hablara al silencio absoluto que hace burgués el discurso de aquella obra, de la misma manera que el rompimiento del silencio burgués constituye la necesidad del diccionario marxista.

Después de la interrupción del experimento comunista, el ocuparse de manera histórica y crítica de algo zozobrado le parecería al Zeitgeist (el espíritu de la época) a lo sumo de un interés arqueológico, como si no existiera un “marxismo occidental”, ni tampoco el variado marxismo científico y cultural de los intelectuales. Pero aún si así fuera y ‹el marxismo› hubiera zozobrado realmente, permanecería con todo como parte de nuestra historia. No se pueden comprender la ciencia, la cultura y la política del siglo veinte sin el desafío marxiano y las reacciones diversas y antagónicas respecto a éste.

Pero el anuncio de su muerte es prematuro. Un proyecto inacabado no puede morir mientras los problemas existenciales a los cuales ha empezado a dar una respuesta no se hayan resuelto o hayan dejado de ser relevantes. El pensamiento marxista no es un fenómeno aislado o sectario. Éste tuvo y tiene una y otra vez su origen en el estudio práctico y teórico de cuestiones acerca de la socialización humana y las relaciones con la naturaleza, acerca de los antagonismos y las crisis. Estas cuestiones nos conciernen a todos. No se han solucionado, y su falta de solución se percibe de manera cada vez más clara como una cuestión de supervivencia para la humanidad en la «nave Tierra», aún cuando su alcance apenas haya sido comprendido.

De la misma manera que la historia del cristianismo no terminó con la caída del dominio cristiano, la búsqueda teórico-práctica de una socialización solidaria y respetuosa con el medio ambiente no terminará con la caída del dominio comunista. Y al igual que la infinidad de crímenes cometidos en nombre del cristianismo no pudieron extinguir su impulso ético, así también los cometidos en nombre de un socialismo no podrán extinguir la sustancia ético-política de la idea socialista.

Joachim Ritter escribió en el prefacio al primer volumen de su diccionario: «no se puede predecir cual será un día el semblante de una síntesis nueva y si ella está o no en juego». Es posible aplicar esta frase al saber marxista en el umbral del siglo veintiuno. Tampoco se puede predecir sobre esta base qué elementos específicos serán retomados un día, ni en qué relación.

Este saber segmentado, lúcido al igual que ciego, surcado por una multiplicidad de antagonismos, con sus pretensiones y sus experiencias, sus suposiciones refutadas y su potencial todavía pendiente, es el material inmenso e intrincado del Diccionario histórico-crítico del marxismo. Se entiende que éste no pueda presentarse nunca de manera exhaustiva, sino sólo en digresiones, siempre desde un punto de vista limitado. Una delimitación rigurosa tampoco hubiera tenido ningún sentido, ya que este saber se comunica especialmente con las tradiciones europeas, y los cruces entre éste y el saber ‹burgués› siempre han estado abiertos, aún cuando por parte de uno y otro lado a menudo hayan pasado desapercibidos. La exposición de formas de pensamiento y de instrumentos conceptuales, y la repro-ducción de modos de pensamiento, permiten conexiones en todos los sentidos y muestran posibilidades para la conexión.

 

II

La coyuntura histórica es a la vez favorable y adversa para el proyecto de un diccionario histórico-crítico del marxismo. El desmoronamiento de la censura estatal marxista es favorable para la reflexión de lo pasado. Los archivos están abiertos, las teorías, libres de dueño. Pero lo adverso es la actitud ahistórica de los ‹vencedores› respecto a la historia, que en mucho equivale a una eliminación de la memoria social. La situación post-comunista imprime a los conceptos de lo histórico-crítico una especial actualidad: de lo que se trata aquí es por una parte de la evaluación crítica (y autocrítica) de las experiencias históricas, y por otra del examen científico, de la investigación y del estudio crítico de un enorme material de pensamiento. La mirada histórica y crítica en la laberíntica ‹biblioteca› del saber marxista puede contribuir a una desilusión benéfica. La memoria crítica puede ayudar al mismo tiempo a poner fin a la repetición obsesiva y ciega.

El hundimiento del marxismo-leninismo ha dejado en la memoria de los pueblos una culpa histórica acumulada. Ésta se expresa en una gigantesca montaña de escombros que amenaza con enterrar indiscriminadamente debajo de sí junto con los elementos irracionales y hostiles a la vida, los elementos racionales de lo que se ha venido abajo y los gérmenes de futuro contenidos en él. Esta situación hace del esfuerzo y del dolor de lo negativo en forma de una crítica sin miramientos una condición de supervivencia para el pensamiento marxista. Sólo así se pueden salvar de este hundimiento tesoros humanos de saber esclarecedor y de fantasía social. Tan sólo la crítica salvadora, la rettende Kritik de la que hablaba Walter Benjamin, es capaz, al igual que un Arca de Noé, de transportarlos hacia otro tiempo.

Una crítica tal es también negativa, puede doler. Pero no pretende nunca situarse en silencio más allá de lo criticado. Más bien se dirige hacia dentro de la experiencia histórica. En el momento en que se ocupa de ella, la acepta también. No pretende tener la última palabra, sino que rompe la mezcla de silencio sepulcral y de triunfo miope.

La necesaria tentativa de hacer justicia histórica a lo criticado, no siempre resultará con éxito. Y sin embargo ésta tiene que emprenderse. La arrogante actitud de sabelotodo adoptada después de una derrota no es necesariamente la de un saber mejor. Con frecuencia es sólo una forma más de incapacidad para mejorar. El simple cambio de alineación después de la catástrofe del socialismo de estado rehuye el proceso de reflexión crítica responsable y cae en la amnesia histórica.

No es necesario recordar aquí ejemplos de oportunos cambios de opinión tras el fracaso del intento de reforma soviética. Esto ya lo había provocado la desestalinización. Cuando Nikita S. Kruschov denunció en 1956 los crímenes de Stalin –lo que para el experimento comunista equivalía a una ‹libertad condicional› que a más tardar en 1968, con la represión del comunismo de reforma checoslovaco, quedó en letra muerta– apuntó Henri Lefebvre que «para los marxistas había llegado a ser una moda el burlarse de las citas como ‹el camino más corto de un pensamiento a otro›». Y añadió: «Esta moda fue creada justamente por aquellos que nunca antes escribieron una línea o pronunciaron una frase sin citar a Stalin. Hoy ellos ocultan su ignorancia y el vacío de su pensamiento de otra manera.»

Sin memoria social no puede haber experiencia. En tiempos de «ruptura histórica» (Peter Glotz) un diccionario histórico y crítico cobra su sentido, como órgano de memoria, al transmitir experiencias de pensamiento. Éstas se forman en el acto de ‹citar› de manera histórica y crítica no sólo los méritos brillantes sino también aquello que expone el vacío teórico del pensamiento enamorado del poder.

 

III

El Diccionario histórico-crítico del marxismo lleva, junto a un acento crítico y práctico basado en la experiencia, un fuerte acento «filológico». En los artículos, las citas concienzudas y la referencia a las fuentes hacen posible continuar trabajando de manera independiente, al tiempo que ofrecen hilos de Ariadna para orientarse en los laberintos de la literatura. Así, se obtienen referencias sobre las obras que merecen una nueva lectura, a fin de desalojar el fetichismo de la historia. La historia –o las historias– de los conceptos, de uso y connotación múltiple, surten un efecto subversivo contra falsas seguridades y sistemas de pensamiento aparentemente sólidos.

Esta concepción, que no busca conducir hacia una cosmovisión cerrada sino hacia un taller abierto, se ajusta a la estructura de un diccionario de conceptos. Mientras que la idea de una enciclopedia parte de la intención de disponer de los ámbitos del saber encadenados entre sí como eslabones de una cadena, el diccionario filosofa con el martillo al fragmentar los círculos de pensamiento en conceptos particulares. Aquí no hay ningún sentido abovedado. La disposición imaginaria sobre éste tiene que dejar lugar a la deconstrucción de la totalidad hermenéutica. La posterior elaboración teórica de la «gramática filosófica» puede contribuir a introducir el saber marxista en una nueva modernidad iluminada por el materialismo histórico, la cual ha dejado atrás los mitos unitarios del sujeto y del sentido, y que justamente por ello está en condiciones de retomar de una nueva manera el proyecto de una teoría crítica de la sociedad con una perspectiva práctica.